Con la llegada del frío, nuestro sistema inmunológico se puede debilitar; para evitarlo, es importante que incrementemos el consumo de frutas y verduras ricas en vitamina C. Brécol, coliflor, cebolla, patata, espinaca, tomate y rábano; kiwi, pomelo, fresas, uvas, piña, manzana, naranja, mandarina o limón,...todas ellas, consumidas tanto al natural como en zumos, nos ayudarán a mantener bien hidratado nuestro organismo y a protegerlo contra agentes externos.
Pero el cometido de la vitamina C no se limita a reforzar nuestras defensas contra resfriados, neumonías o enfermedades respiratorias sino que, también ayuda a que nuestras heridas cicatricen antes ya que su colágeno actúa como un pegamento natural que mantiene unidas las nuevas células de la piel que se forman a medida que la herida se cierra. El colágeno es también el responsable de que nuestros huesos, dientes y tejidos estén más fuertes y sanos, manteniéndonos jóvenes por más tiempo.
Además, gracias a su acción antioxidante, puede impedir el desarrollo del algunos tipos de cáncer y de enfermedades del corazón.
La vitamina C es buena en cualquier momento, así que no debemos acordarnos de ella solamente cuando estamos resfriados; si la incluimos en nuestra dieta desde que somos pequeños, reduciremos considerablemente las posibilidades de coger esas gripes que tan poco nos gustan.
Sumada a una alimentación equilibrada, evitaremos procesos crónicos y degenerativos, aumentando nuestra longevidad y mejorando notablemente nuestra calidad de vida.
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